 Ante el pulso de estos sapos y culebras,
elijo pulpo para el estrado,
ante el ruido sordo de palabras
sin fondo a la vista,
amorfas de forma y de libros.
Ante la llamada de esta selva incontinente
de tiempo.
Ante esta memoria histriónica,
daltónicos ellos entre azules y rojos,
todas ciegas.
___ |  Son treinta y cinco las muertas,
treinta y uno y dos y tres y cuatro y cinco.
Es ahora suyo el silencio que nunca
fuera suyo.
Es ahora vuestra su vida no vivida
escondidos en bancadas de hemiciclo e iglesias.
Ahora que tienen sombra sobre la sombra,
polvo en el aire y palabras en voces ajenas.
Como quisiéramos,
con el estruendo infinito de sus voces calladas,
quemarlo todo.
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